lunes, 14 de mayo de 2012

Esteban Luis Cárdenas y la literatura marginal exiliada



Por Rodolfo Martínez Sotomayor

Si alguien se propusiera recoger en una antología la mejor literatura cubana del exilio que describe el mundo marginal en los Estados Unidos, sin duda tendría que contar con nombres y obras tales como Misa de sanación, de José Abreu Felippe, Frente al expressway, de Armando de Armas, Mandrake el Mago brilla en el Southwest, de Luis de la Paz, El estrangulador de la calle Flagler, de Néstor Díaz de Villegas, El Portero, de Reinaldo Arenas, entre muchos otros que por falta de tiempo y espacio no puedo mencionar.

Entre esos otros, hay cuatro nombres fundamentales, que escogeré para trazar un punto de vista sobre su relación con la marginalidad. Comenzaré por Guillermo Rosales: Su relación con el mundo marginal es paralela a su demencia, la que la describe en su literatura de manera magistral, pero también su explicación es desde una óptica racional donde prevalece su intelecto. Su novela Boarding Home, avala esta teoría. En ella nos dice “He estado ingresado en más de tres salas de locos desde que estoy aquí, en la ciudad de Miami, a donde llegué hace seis meses huyendo de la cultura, la música, la literatura, la televisión, los eventos deportivos, la historia y la filosofía de la isla de Cuba. No soy un exiliado político. Soy un exiliado total. A veces pienso que si hubiera nacido en Brasil, Venezuela o Escandinavia, hubiera salido huyendo también de sus calles, puertos y praderas”.

A Carlos Victoria la marginalidad lo asecha, pero él escapa de sus fauces, de sus límites estrechos, comulga con las víctimas y las hace sus personajes, sus protegidos en el mundo ficticio y real.

Pero él necesita un orden, un ancla para salvarse y escapar de esa asechanza. El aislamiento, la soledad, la distancia, son herramientas que utiliza para ese escape. En su novela Puente en la oscuridad, las zonas oscuras de Miami son coprotagonistas de la historia.

En Eddy Campa y Esteban Cárdenas, ocurre algo singular, y es que hay un regodeo en mantenerse en los bordes. Sus personajes no establecen conflictos con el mundo marginal, todo lo contrario, pareciera que hay un disfrute en ellos que los hace asumirla de manera natural. A Campa solía encontrarlo a veces por los alrededores de la biblioteca Hispánica. En la Pequeña Habana, allí se nutría su intelecto. Ese era su Estado mayor, a varias cuadras más abajo, en inhóspitas barriadas se alimentaba su vida. Él nos dejó un extraordinario libro inédito titulado Curso para estafar y otros relatos, donde el protagonista es el mismo Eddy Campa. Hace unos años, Joaquín me contaba que el propio Eddy le decía que vivir sin posesiones de ningún tipo, sin vínculo laboral, eran las únicas maneras de ser totalmente libre.

Esteban Cárdenas, por su parte, se abrazaba a la alienación con verdadero fervor, también era un ingrediente vital de su literatura, de su narrativa e incluso de su poesía. Su poema Magic City debería de estar en un catálogo para visitantes de la ciudad. Al lado del glamour y el Jet set de Miami Beach, los turistas conocerían ese otro Miami, el pintoresco hábitat de los verdaderos outsiders, como diría un angloparlante. Se llevarían grabada el “alma de la ciudad”. Esteban no explora las causas del marginalismo como un sociólogo, las retrata como un escritor, nos adentra en la cosmovisión de sus personajes donde él es uno más. En algunos de sus cuentos, como en el cine negro norteamericano, la frontera entre el bien y el mal es muy leve y el protagonista es un antihéroe de oscuro pasado y presente. Además de sus amigos escritores, Esteban tenía otros de ese mundo. Una tarde en que se presentaba en el Koubeck Center, vino acompañado de aquellos seres casi impresentables, y en medio de un recital de poesía, uno de ellos, sirviendo de líder a los otros en la retirada le dijo: “Oye Esteban, nos vamos que aquí no hay curda”.

Su cuento Un café exquisito es una vitrina donde confluyen crimen y sadismo con una naturalidad que subvierte al lector. Su prosa limpia y su estilo directo hacen fluir el relato dulcemente hasta el final. Con certeza, un clásico de la literatura cubana del exilio con el que Esteban Cárdenas, ya se hace inmortal.


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