domingo, 23 de octubre de 2011

Presentación de “La noche del Gran Godo” en Huntington Park, California



Por Carmen Alea Paz

Estimada concurrencia:

No es esta  la primera vez que, acogidos por la amable amistad de la Biblioteca de Huntington Park, me complace acompañar a mi querido amigo, el distinguido escritor, periodista y  fundador de la revista digital Palabra Abierta Manuel Gayol Mecías en la presentación de alguna de sus obras en esta ciudad. En esta grata ocasión se trata de un tomo de ocho interesantes  relatos titulado La noche del Gran Godo Pero antes de envolvernos en la diversa intensidad de sus páginas, hagamos un poco de historia.

La Noche del Gran Godo, como algunos de ustedes saben, fue publicado en la ciudad de Miami, Florida, este año por Neo Club Ediciones y presentada al público de esa plaza cultural el pasado 29 de Julio en la tertulia “La Otra Esquina de las Palabras”, diez y nueve años después de haber ganado en la Habana, Cuba, en 1992, el premio nacional de cuento que otorga la Un ión de Escritores y artistas de Cuba, conocida  abreviadamente como UNEAC.

La Noche del Gran Godo debió ver la luz en Cuba, según las reglas y normas del concurso y fecha en que fue otorgado el galardón, pero debido a comentarios desfavorables al régimen expresados  posteriormente por el autor Gayol Mecías en su visita a España, el libro fue censurado por la UNEAC y suspendida su publicación en La Habana.

Sin embargo, nunca es tarde si la obra es buena y en sus páginas brilla el talento y la capacidad de un excelente fabulista, de un creador de verdadera fibra intelectual y fecunda imaginación que juega con las palabras como un prestidigitador sin abandonar su íntimo sentir cuando, como un soldado de la palabra que es también, debe señalar y combatir aun desde una escena  de comicidad y erotismo los grandes dolores de la tragedia humana.

En fin, aunque muy merecidos los encomios, no quiero que mi entusiasmo y elogio de este libro, limiten el tiempo de ustedes, estimados lectores, seguramente ansiosos de escuchar también el mensaje del autor.  Así que permítanme  compartir, aunque  brevemente, mi modesto juicio y aprecio de algunas de las múltiples facetas de que se componen sus vívidos relatos, que sin duda,  por el valor histórico de una cronología que pudiera recobrarse en un supuesto futuro, finalmente sobreponen su carga de realidad al matiz lúdico de la obra total.

Dijo el filósofo francés Gastón Bachelard que “el valor de una imagen se mide por la extensión de su aureola imaginaria, la que supera la simple memoria”. Precisamente,  es lo que ocurre en las páginas de este libro. Las imágenes superan la simple emoción del momento de su contacto  llevándonos, por la extensión del impacto de la palabra,  a la realidad de una sociedad corrupta y degenerada que ha perdido todos sus valores; al mundo sórdido y  aberrante en que giran los protagonistas, que bien pudieran resultar no ser figuras de ficción, sino seres vivos: la seráfica  Marja, el inpúdico profesor Pudi, Vicky, la que viene acompañada del crepúsculo, el Cíclope, el Godo, entre otros. Seres marginados, víctimas de un poder totalitario, aunque capaces de subsistir flotando en la atmósfera irreal de sus ardorosas fantasías, en un ámbito y en una época de repentinos y angustiosos cambios sociales, que infortunadamente suceden en la hermosa isla en que nacimos el autor, muchos de ustedes, yo; país donde desde hace más de cincuenta años se vive sufriendo bajo la presión política y gubernamental de inéptos y ambiciosos dirigentes.

Pero,  ¿quiénes son estos protagonistas que enlazan sus vidas,  sus emociones, sus aciertos y desaciertos en la búsqueda de una felicidad inexistente y que reaparecen una y otra vez  para expresar sus miserias y desdichas? ¿Quién es Marja?  Veamos. La conocemos en “ La dorada edad de la inocencia”. El autor nos dice que “la bella Marja no sabía si su historia era una equivocación de la vida  o si ella era una pesadilla repetida en los vaivenes de un destino no escogido”. Y deseando saber más,  seguimos  adelante porque una voz anónima nos incita para que conozcamos sus secretos urdiendo en la maliciosa inquietud de la niña que ansiosamente escucha los “zarandeos en el lecho y los pasos descalzos, como el divertimento de los payasos en la cama elástica de un circo ruso.” Y el  oidor,  que todo lo ve  y todo lo  sabe, reconociendo el curioso interés  que ha despertado en nosotros nos lleva a la soledad llena de ansiedades  que la pueril inocencia de Marja no logra comprender. Más tarde, con el despertar de los años, “la niña comienza a percibir un efluvio vibrando en el aire…” Y en su insistente vigilia realiza una esencia de amor y sexo, “un sentimiento ardoroso que la saca de la soledad…”. Entonces parecía que “el cuarto se colmaba de misterios” (… ) “Los muebles chirriaban de excitación”. Marja recibia así el escape de una voz henchida, plena de regocijo, que le ponia de punta los vellitos dorados de los brazos.

En  el florecimiento de la pubertad,  Marja acude al Pudi, su  profesor de biología, quien se interesó en ella desde el primer día y quien gozoso “le enseña la destreza de hacer el amor a pie juntillas”, y la lleva a conocer los rincones insinuantes que se debaten entre farallones de vetustas casas…”.

Pero, ¿qué decir de Vicky? Su hacedor la retrata en una metáfora: “Vicky es el desbordamiento de los sentidos”. Por sus ojos,  agrandados por el miedo,  si, porque en esa isla todos viven apresados por el miedo, salen los recuerdos del temido vigilante.

¡Ah, los vigilantes…!

Quizás porque este, en apariencia, modesto libro de relatos, se revelan inquietantes verdades bajo máscaras de comicidad,  cumbancha y erotismo,  y porque soy mujer y cubana,  aplaudo el testimonio implícito que domina en la actitud de los protagonistas, aunque enmascarado, y sí, porque me lastima, me duele la denigrante posición de la mujer cubana ante el mundo ofreciéndose como vil mercancía carnal en excitantes catálogos que venden las agencias de viaje en el extranjero.  ¿Quién ignora hoy en día, aun en lejanos rincones del universo, qué es una jinetera? Es mujer obligada a vender su cuerpo a lascivos visitantes por dólares, que aliviarán su hambre y la de su familia.  ¿Cuántas son las Marjas, las Vicky,  las Yoli y tantas otras con atractivos nombres que bajo el falso oficio de bailarinas, coristas, modelos,  cantantes, nutren a diario las arcas del Tirano por la obligación que se les impone  de compartir la ganancia obtenida por sus servicios a turistas de lejanos países que las solicitan.

Siempre acosadas, siempre bajo la vigilancia de los agentes policiacos del gobierno que les siguen los pasos,  que las maltratan, ofenden, amenazan y hasta  las desnudan para arrebatarles los dólares. A pesar del terror dominante, Vicky sueña secretamente  con el viajero juguetón y alegre que cautivado por su morena y sensual belleza la libere de su miserable cotidianidad con una oferta de matrimonio.

¡Ah la Habana! La preciosa y sandunguera Habana del Gran Godo, caido en desgracia, babeando su borrachera y buscando su bastón bajo los pies del guarachero que compadecido le palmotea las nalgas mientras el Godo clama por la traidora Marja, su amorcito, y yo, metida entre las páginas del libro, pienso en  mi desdichada patria y me parece oír una voz  que entona: “Yényere cumbara,  buenas noches, buenas noches, como está usté…”.

¡Cuán bello es nuestro idioma para expresar el pensamiento, y con qué galas puede vestir las páginas de un libro aquel que tiene dominio de la palabra como el autor que hoy nos ocupa!

Gracias, amigo Gayol, porque piensas, sientes, profundizas, retratas el paisaje cubano,  y con la misma riqueza verbal recreas el ambiente nocturno con toda su lujuria y perversidad dando vida a tus personajes que danzan al toque de cueros y maracas. Y a  nosotros,  tus lectores, nos crecen los celos por la flexibilidad de tu extraordinaria imaginación; que nos invita a hurgar en los misterios de la noche habanera, tropical  ardiente,  con olor a marisma,  y con tu libro en mano,  bajo un manto luminoso de estrellas, nos dejas soñando con la libertad para un pueblo que agoniza y se mantiene desesperadamente asido a la esperanza.

Carmen Alea Paz (La Habana, Cuba). Narradora y poetisa, traductora, conferencista y profesora de idiomas. Cuenta con una maestría en lengua y literatura española e hispanoamericana. Ha sido profesora de español y literatura de la Universidad de Northridge. Ha recibido premios y menciones tanto en Cuba como en Estados Unidos. Cuentos, artículos y ensayos suyos aparecían con frecuencia en importantes revistas y diarios cubanos de la década de 1950, tales como Lux, Carteles, Vanidades, Colorama, Patria, Bazar, así como en los periódicos Avance, El País, El Mundo y Diario de la Marina. Su sección “Disquisiciones femeninas”, que publicaba el semanario dominical El País Gráfico tuvo una gran aceptación de lectores en aquellos tiempos. Asimismo fue colaboradora oficial de la popular revista habanera Romances. Ha publicado varios libros, entre ellos, El caracol y el tiempo (Poesía, 1992); El veranito de María Isabel y cuentos para insomnes rebeldes (Novela y cuento, Miami, Editorial Ponce de León, 1996); Labios sellados (Novela, Premio Internacional “Alberto Gutiérrez de la Solana”, del Círculo de Cultura Panamericano 1999, 2001); Casino azul (Novela, Universidad Autónoma de Baja California Sur, 2004); y más recientemente Risas, confeti y serpentinas, una historia familiar. Reside en la ciudad de Northridge, California.
 Cortesía: Palabra Abierta, Revista Independiente de Cultura Hispanoamericana

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