viernes, 28 de octubre de 2011

Metatranca


Por Juan González Febles

La metatranca apareció en Cuba en medio de ciertos círculos académicos interesados en colocar una saludable franja de tierra por medio, entre ellos y “los demás”. Fue la respuesta defensiva frente a ciertas vulgaridades, incomprensiones y además a medidas oficiales muy represivas contra instituciones académicas, académicos y otros que se hicieron incómodos a la óptica de la élite político-militar. Se trató de gente que tenía miedo y razones muy sólidas para reforzar este sentimiento.

Los amenazados, crearon un lenguaje ininteligible, se vistieron de post modernidad y elevaron a categoría de culto los análisis rebuscados de cualquier cosa. Decididos a complejizar tanto sus asuntos, se camuflaron para que los militares o militaristas ancianos empoderados, les concedieran al menos el beneficio de una duda, antes de condenarlos por “diversionistas”, “revisionistas” o cualquier otra cosa que se les ocurriera y les hiciera “venir a menos”.

En Cuba el más emblemático de los cultores de la metatranca fue el fallecido Rufo Caballero. Don Rufo elevó el arte de no decir o decir a medias, a cumbres tan depuradas, que cualquiera de las cosas que haya dicho podría ser interpretada de tantas formas como individualidades puedan encontrarse bajo el cielo y sobre el suelo. Ese arte de sortear la oración afirmativa sencilla de fácil comprensión para todos, fue su más cara y dedicada vocación.

Por aquello de que las islas influyen los continentes, la metatranca obtuvo permisos de residencia en el exterior y se aclimató de maravilla en esos nuevos predios. Por ostentar la necesaria e izquierdista acreditación, la metatranca se impuso y triunfó tanto en Cuba como fuera de ella.

La metatranca no sólo ha sentado sus reales en los fueros académicos de la filosofía. Sus tentáculos suaves se asientan en la literatura y con sellos postmodernos y acreditaciones de izquierda, consiguen imprimir nuevo sentido y dirección a los estilos literarios conocidos. Así, están capacitados para hacer ver novelas, donde ojos no entrenados en esta variante verían modestos relatos de ficción. ¡Son increíbles!

Por supuesto, un terreno en que la metatranca es insustituible es el político. Sus recetas al par que poco comprensibles para esa mayoría a la que indirectamente se dirige, también se tornan irrefutables. Simplemente la gente decide callar o no verse involucrada en algo que siente que anda mal, pero que no acierta a explicar cómo o por qué. En la medida que se eleva el tono y el nivel del discurso, el debate aparentemente se democratiza. Esto se logra en una proporción directamente proporcional a la no participación de interesados que vienen a menos, por no estar a nivel.

Vamos, que la metatranca llegó para quedarse. Es la respuesta que no responde, pero que estimula. Una forma genial de movimiento que no colisiona porque no llega a ninguna parte. En fin, lo soñado para los finales del movimiento circular que aunque no avanza, se mueve. Como la versión revivida del cuento sobre el rey desnudo, nadie se atreve a decir que efectivamente, un rey anda en cueros. Señores, que nadie pierda la oportunidad de aplaudir otra vez, paso a la metatranca.


Juan González Febles es periodista independiente cubano. Vive en Lawton, La Habana. Coordina el blog Infierno de Palo

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