lunes, 22 de febrero de 2010

Las ciudades de Cavafis

Las ciudades de Cavafis

Sr. Don Joaquín Gálvez:

Querido Joaquín,
aprovechando la ola caváfica que ha dejado caer sobre la ciudad nuestro querido y escueto Juan Cueto, con su último libro de traducciones sobre los poemas de Cavafis, te mando una pequeña compilación de textos en torno a La ciudad del bardo neoheleno. La idea es degustar y comparar los niveles de escritura y reescritura que puede generar un texto canónico, ya sea una traducción o una versión poética.
En un memorioso artículo de Mario Vargas Llosa, publicado en el lejano año 2000 e intitulado El alejandrino (Revista Arquitrave), el narrador peruano nos cuenta de su paso por la ciudad egipcia y por la casa, hoy convertida en museo, donde vivió sus últimos años el poeta que murió esperando a los bárbaros. En uno de sus párrafos, hablando de la perfección artística alcanzada por el poeta, Vargas Llosa nos dice que “su poesía es capaz de resistir la prueba de la traducción —una prueba que casi siempre asesina a la de los demás poetas— y helarnos la sangre y maravillarnos en sus distintas versiones, a quienes no podemos leerla en el griego demótico y de la diáspora en que fue escrita.”
Junto a las imágenes del pasaporte —con el que nunca pudo escapar de su ciudad— y de una impresión en griego de La ciudad de Cavafis, te van cuatro ciudades otras: dos traducciones, una desde las manos del poeta español Luis de Cañigral, y otra acabada de salir del horno de nuestro Cueto-Roig, poeta y traductor de poetas; y dos versiones, una desde la jaula métrica donde Félix se sienta a parir sonetos, y otra mía, en verso libre.
Recibe con esta un abrazo grande. Tuyo,
en Miami, Germán Guerra.


La ciudad


Dijiste: «Me iré a otra tierra, me iré a otro mar.
Otra ciudad aparecerá mejor que ésta.
Cada esfuerzo mío está destinado a una condena;
y está mi corazón —como un muerto— enterrado.
¿Hasta cuándo mi espíritu quedará en este marasmo?
Donde dirijo la mirada, donde miro
las negras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años he pasado y he arruinado y corrompido. »

Nuevos lugares no encontrarás, ni encontrarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Por las mismas calles vagarás.
Y en los mismos barrios envejecerás;
y en estas mismas casas encanecerás.

Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro sitio —no esperes—
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida has arruinado aquí
en este pequeño rincón, en toda la tierra la has corrompido.

Luis de Cañigral
, traducción directa del griego,
en Constantino Cavafis (Ediciones Júcar, Madrid, 1981).

La ciudad


Dijiste: «Iré a otro país, a otras playas,
encontraré otra ciudad mejor que ésta.
Todo empeño mío, condenado está por el destino
y mi corazón es como un cadáver sepultado.
¿Cuánto tiempo más podrá mi mente consumirse en este páramo?
Dondequiera que voy, dondequiera que miro,
veo los lóbregos despojos de mi vida, aquí,
donde he pasado tantos años, derrochándolos, arruinándolos».

No encontrarás ni playas ni países nuevos.
Esta ciudad te perseguirá por siempre.
Deambularás por las mismas calles, envejecerás en el mismo barrio,
tu cabello se volverá gris entre estas mismas paredes.
Siempre estarás de vuelta en esta ciudad.
No anheles otra.
No hay barcos ni caminos para ti.
Así como has destruido aquí tu vida,
en este pequeño rincón del mundo,
arruinada ha de estar en cualquier otro sitio.

Juan Cueto-Roig, traducción a partir de textos en inglés,
en Constantino P. Cavafis: Veintiún poemas
(Ultra Graphics Corporation, Miami, 2010).


La ciudad

a K.P.Kavafys

"He arruinado mi vida entre los muros
De esta ciudad enferma, paralítica,
Donde hasta mi alma se ha quedado artrítica
De llantos, maldiciones y conjuros.
Allende el mar encontraré, seguro,
Una ciudad mejor y ya no mítica
Donde podré rehacer mi vida crítica
Y renacer, como aquel Rey Arturo".
Si eso pensaste, date por vencido.
No huyas: la ciudad te seguirá.
Sólo has de cosechar penas y olvido;
Fracasarás lo mismo aquí que allá.
Tú mismo en la ciudad te has convertido:
Eres tú el muro que te detendrá.

Félix Lizárraga
,
en A la manera de Arcimboldo (Editions Deleatur, Angers, 1999).


La ciudad y el borde de la isla


A Félix Lizárraga

Ya no hay ciudad que te repita las canas y el olvido,
irte, ser, estar o acostumbrarte ya nada significan,
ya no hay ciudad ni muro que detenga tus pasos
ni abiertas calles con fuegos de artificio a tu regreso.
Ya no hay ciudad ni mar ni barcos en los puertos,
no busques más, tu sombra no te sigue.
Tú mismo en la ciudad te has convertido:
Eres tú el muro que te detendrá.

Ya no hay ciudad ni hombres hundidos en el sueño.
Aquí estamos, diciendo para que nadie entienda,
fingiendo ya ser mudos, ya ser ciegos y sabios,
rehaciendo nuestras casas para espantar el tiempo
con las hojas ruinosas de este otoño tan largo.
Y aquí estamos, sentados sobre la luz y el tedio,
colgando nuestras piernas al borde de la isla.
Aquí estamos, y estamos tan cansados.

Germán Guerra,
en Libro de silencio (Ediciones EntreRíos, Los Ángeles, 2007).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Joaquín Gálvez dijo...

Mi agradecimiento al poeta Germán Guerra por encargarse de compilar estos textos en torno a La ciudad de Cavafis.