miércoles, 30 de diciembre de 2009

Dos poemas de Joaquín Gálvez


Balada del Purgatorio

Mis dedos entre tus piernas, en aquel cine de La Habana,
son hoy una balada que me justifica.
La oveja negra escribe su evangelio;
el rebaño es una doctrina, un cielo de mansedumbre
contra el nacimiento de la próxima estrella.
Madre, la luz de tu ovulo tiene un alma
para hacer del barro una escritura,
y el cuerpo de una bala para atravesar el mundo.
Ah Judas y Pedro (Pedro y Judas)
son mis amigos, son mis enemigos.
Dios juega con nosotros a la gallinita ciega.
Dios, devuélveme esos ojos para que no cometa otro crimen.

Cultivo todos los días esta imperfección
como un árbol que lo abandona la primavera.

Esta balada me justifica.

Claro de luna para despedir el año

La luna cumple su misión de guitarra y de puñal.
He sangrado y sonreído al borde de este precipicio:
los labios de la vida.
He vivido 365 días como un venado que, en medio de la caza,
lo ampara esta trampa que es la música.
He recorrido otro año...
Pero mañana volverá a buscarme una bala,
mientras Debussy me transforma en un destello de la gloria.

Por otro Claro de luna,
olvido que todos los días jugamos a la ruleta rusa.

martes, 29 de diciembre de 2009

Tertulia del mes de enero

La Otra Esquina de las Palabras anuncia su tertulia del mes de enero:
Un homenaje al escritor cubano José Lorenzo Fuentes


Lugar: Café Demetrio
300 Alhambra Circle, Coral Gables
(305)448-4949
Viernes 8 de enero a las 7:30 p.m.

lunes, 28 de diciembre de 2009

La náusea en el espejo


Alejandro Fonseca
Bluebird Editions
Miami, 2009, 52 págs.
Por Joaquín Gálvez

La náusea en el espejo (Bluebird Editions, Miami/2009), último poemario de Alejandro Fonseca, puede considerarse un acto de confirmación poética; la bitácora de un viaje que tuvo su partida en Ínsula del cosmos, su poemario anterior y el primero escrito en el exilio. El poeta, esta vez, lleva al lector hasta las lindes de su limbo existencial, punto extremo que revela sus visiones más confidenciales sobre su ámbito y sus vivencias. Al igual que en Ínsula del cosmos, el tema axial de este libro vuelve a ser el desarraigo y la memoria.

El poeta se debate entre el desasosiego de un presente que le resulta ajeno y con el que no puede conciliarse, y un pasado que lleva a cuestas como Sísifo con la roca, pero al que, inevitablemente, permanece atado: Tuve la llave de un paisaje y sus natalicios/Los espejos captan el espionaje de mi rostro/ Pero soy el que siempre regresa tanteando con furor el borde de una isla.

El dilema que acecha al poeta está simbolizado por dos palabras: archivo y espejo, es decir, pasado y presente. Las mismas son elementos de contraposición que se repelen y convergen a la vez, trazando un mapa independiente donde se ubica la geografía existencial del poeta: Y el hijo del archivero temeroso pero partidario aprende a falsificar su nombre/ Tendré que seguir fingiendo ante la nausea en el espejo. En efecto, Fonseca toma distancia y se convierte en un ente pasivo de su medio, para así darnos un testimonio desprovisto de toda tendencia épica, cuyo único compromiso son los dictados de su voz.

Esa mirada hiperconsciente, con la que el poeta logra ver la náusea en el espejo, confirma el carácter existencialista de este libro. De hecho, advierto que este es un poemario no apto para los que buscan asirse a un credo, ni tampoco para los que aspiran a un espejo donde se reflejen las complacencias del rostro multitudinario. Alejandro Fonseca, en La náusea en el espejo, desecha todos los dioses; aunque sólo le queda un credo para hacer de su bitácora un acto de confirmación poética: la palabra y su posible patente de belleza.

(Esta reseña se publicó originalmente en El submarino amarillo).

domingo, 27 de diciembre de 2009

Tres poemas de Dolan Mor


El tiempo
tiene sus formas
de fragancia
(vuelve Ashbery),
en cada movimiento
de las horas
late la muerte
y late al revés
el espejo que mira
nuestro rostro.

Igual la curva
de las emociones
decae,

la carne
se hace blanda,

el pensamiento,
áspero
y cansado,
nunca nos abandona.

Es como hablar
encerrado
en un cuarto desierto
sin puertas de salida,
un laberinto
de arenas
con pétalos
en la mente
del huésped perdido.

El caballo y la trucha
saltan en el estanque
de la muerte.
Uno a orillas del hilo
de plata,
el otro entre las costuras
del tejido de acero.

Son los factores
del desamparo
quienes me acompañan
siempre (al azar),
la válvula incluso
de la rosa líquida
lo que permite observar
el movimiento
de los animales simbólicos,
en acción.

Así el caballo
soy yo mismo
reflejado en el agua
del espejo,
y la trucha es mi espíritu
que labora y labora
contra la perpetuidad
de la Dama Violeta.

Alguien ha colocado un ramillete de orquídeas
sobre la superficie de una cámara de hielo.
Se diría que crecen sin sentido esas flores
silvestres en la estepa blindada de la muerte,
sus pétalos de negro fuego, el perfume
amarillo de una máquina de aceites leves.

*

Es un contraste aquí, sobre la piedra de un cuarto
congelado, un almacén abierto de metales
con puertas donde sólo se observan carnes
de ciervo eldii, perniles desangrados, patas
de nobles liebres, rostros de un faisán hembra
que mira sin maldad (sus ojos de un cristal asustado).

*

Las botas de los cazadores dejan huellas sin número
sobre las charcas de sangre, el sudor que discurre
debajo de sus cueros dibuja el invisible cuño de los mercurios.

*

Así y todo, no sé, alguien ha colocado, junto
al ramo de orquídeas, unos guantes azules
de proteger sus manos a golpes de neveras
y todo me seduce ahora entre ese humo
que desprenden los cuerpos de muertos animales.

*

Veo a mi alrededor un jardín que me invita
a escribir un poema que mencione en sus versos
esas flores de orquídeas, esas gemas de luz
que nombrara Teofastro como raros testículos.

*

Pero no escribo nada, prefiero contemplar
las orquídeas (reales) de mi imaginación, sobre la escarcha
de la cámara de hielo, como si fueran el último
instante de eso que los hombres llaman “vida”.

Dolan Mor (Cuba, 1968). Poeta y narrador. Autor de varios libros, entre ellos, Nabokov’s Butterflies (Premio de Poesía Delegación del Gobierno en Aragón, 2006), Los poemas clonados de Anny Bould (Premio Internacional Miguel Labordeta de Poesía, 2007), El libro bipolar (Premio Santa Isabel de Portugal, 2008) y La novia de Wittgenstein (Premio Internacional Barcarola de Poesía, 2008). Su obra aparece recogida en antologías publicadas en España, México y Estados Unidos. Ha colaborado en revistas españolas e hispanoamericanas como Quimera, Turia, Barcarola y Letralia. En la actualidad algunos de sus textos se traducen al inglés, francés y polaco. Desde 1999 reside en Aragón, España.

Estos tres poemas pertenecen al libro CÁMARA DOBLE, que se publicará en España en el año 2010.

Nueva entrega de El submarino amarillo


Ya está en el aire El submarino amarillo con sus habituales reseñas en moneda dura y local; cuyo sentido se explica esta vez en la nota, en esa lucha por imponer el criterio sobre literatura. Nuestro índice contiene desde la grandeza de Assa Larsso [Aurora Boreal] hasta aproximaciones a Ernest Hemingway y Mario Vargas Llosa; además del lujo de estrenar columnista, con la opinión de Javier Guzmán Simón sobre la traducción de poetas por poetas, su posible naturaleza espuria. Entre los libros en moneda local, está La pipa de Hemingway, el mejor culto que pueda recibir de un autor; también el poemario La náusea en el espejo, de Alejandro Fonseca, y un poema de Rolando Germán Santini sobre esa experiencia del grande Tarek en el que se respira la grandeza mayor de su gesta. También, por fin, la apertura de la tienda online de EdItPar, donde los esperamos; esperando, también nosotros, que nos disfrute como disfrutamos nosotros hacer esto.

Ignacio T. Granados Herrera

viernes, 25 de diciembre de 2009

El adolescente pálido


EL ADOLESCENTE PÁLIDO
Manuel Reguera Saumell, 2009
Novela. Parnass Ediciones, Barcelona. 326 págs.

Por Juan Cueto-Roig

El adolescente pálido, tercera novela de Manuel Reguera Saumell, retoma el tema y algunos de los personajes que el dramaturgo cubano había explorado en su anterior incursión en el género novelístico. En La noche era joven y nosotros tan hermosos (Ediciones Barataria, 2007) la acción se centraba en la relación entre un joven y un hombre maduro en la Cuba del batistato, y en los riesgos y en la violencia inherentes a un régimen dictatorial. En El adolescente pálido los hechos ocurren en los primeros años del castrismo, y los personajes son esta vez víctimas de un gobierno totalitario que engendra la homofobia, la sospecha generalizada, las delaciones y los más brutales castigos.
Algunos de los méritos que resaltaré en esta reseña son similares a los que atribuí a otras novelas de Reguera Saumell, repetición que es intencional; porque no deja de asombrarme la habilidad de este autor para resolver situaciones difíciles y manejar con singular destreza las relaciones humanas más conflictivas. Y lo hace con un poder de persuasión tal, que el lector no cuestiona los insólitos desenlaces.
Todos los personajes de El adolescente pálido han sido concebidos magistralmente, pero hay tres que están descritos con la pericia de un experto psicólogo: Luis, el médico y profesor universitario, capaz de perdonar hasta la traición; el comandante negro, que no repara en nada por conservar a su amada; y Ñico, un joven que lucha contra viento y marea hasta lograr su objetivo; personaje este tan bien creado que no nos extraña su mezcla de ternura y cinismo, de bondad y maquiavelismo.
Además de la fluidez de los diálogos y de la acabada psicología de los personajes (todo lo cual es resultado de la vasta experiencia teatral del autor), hay otro aspecto digno de mención y elogio: la forma tan convincente con que Reguera Saumell maneja las relaciones humanas. Lo que en cualquier otro escritor hubiera resultado falso e increíble, él lo expresa con eficacia y convicción. Así, el lector participa en los amores y desamores de los personajes, con la misma naturalidad con que estos asumen y sobrellevan sus propias emociones, con el mismo candor con que estos aceptan las lealtades y deslealtades que esas relaciones les ocasionan.
Estoy seguro de que esta novela de Reguera Saumell será de interés para cualquier lector, pero en especial para los cubanos, pues aunque lo que impera en sus páginas es el amor, su trama describe a la perfección las iniquidades que caracterizaron al régimen castrista desde su comienzo.

(El dibujo de la portada es del pintor cubano Servando Cabrera Moreno).

EXTRACTOS DE LA NOVELA EL ADOLESCENTE PÁLIDO

Párrafo inicial

Ahora, después de tanto tiempo, resulta fácil denostar al estudiante elegido para perpetrar la traición, o el deicidio, si tenemos en cuenta que el profesor era su dios personal. Pero hay que haber nacido y crecido en un pueblucho asfixiado entre ciénagas para comprender qué precio estaría dispuesto a pagar un jovencito marginado con el sello de “distinto” para escapar y hasta qué extremo pactar, por evitar el retorno.
En una isla como ésta, tan dada a los extremos, en que hasta el héroe de la guerra de Independencia, Máximo Gómez, sentenció que «el cubano no llega o se pasa», lo habitual son los excesos, tales como el choteo, el flamboyán, el sol y el bolero. Por supuesto, la geografía no podía ser una excepción: termina abruptamente al Oeste en un cabo (San Antonio) y al Este en una punta (Maisí), definiendo sólo dos costas, la Norte, arenosa y la Sur, fangosa.

Parte del interrogatorio en el Juicio Popular contra el profesor

P: ¿Intentó el incriminado alguna maniobra esa noche? ¿Insinuarse? ¿Intentar emborracharlo? ¿Propasarse? ¿Aprovecharse de su sueño?
R: ¡En absoluto! ¡Se comportó con toda corrección! ¡Yo soy muy hombre y quiero dejar claro que al día siguiente puse en conocimiento del incidente al Responsable ideológico de la Juventud en el internado y le dejé saber que no volvería a mantener ningún tipo de contacto con él… ¡Eso lo puede confirmar el compañero Artime, aquí presente!... y entonces fue cuando el compañero Paco me pidió que en vez de evitarlo, continuara cultivando su amistad porque el comité de depuración estaría interesado en mis informes. Y así lo hice, obedeciendo órdenes. ¡Aunque repito que nunca permití ningún tocamiento!... Eso es todo.
P: ¡No, compañero, eso no es todo! ¡Tiene que denunciar el acoso a que lo sometía el reo, el hecho de que se aprovechara de su situación privilegiada en la Escuela y hasta de su dinero sucio con la intención de sodomizar a un joven proletario, socialista y menor de edad! ¡Explíquese!

Fragmento de una caminata por El Vedado

–¿Vamos a dar una vuelta por la cuadra?... El Auditórium –señaló Paco al teatro de conciertos en la acera opuesta– Consultaré los programas a ver si hay anunciado algo y te llevo. ¿Verdad que me dijiste que nunca habías ido? Nosotros, toda la familia, estábamos abonados a Pro-Arte. Mamá era del Patronato de la Filarmónica y amiga de Kleiber… el mejor director de la época…
–Esta es la escuela de ballet de la Alonso. Hoy aquí estudia la gente del pueblo, hasta los negros entran, pero antes de la Revolución era de Pro-Arte, exclusiva para burguesitos como mis viejos… ahí matricularon a Mariana, pero duró poco. Era demasiado bajita y culona.
Ñico iba caminando a su lado, absorbiendo, envidiando el entorno en que había crecido su amigo, incapaz de comprender el rechazo y hasta el repudio de éste por unos orígenes que tanto hubiera deseado para sí.
–¿Verdad que no hay nada comparable al atardecer del Vedado cuando entran los nortes? No me explico cómo mis padres renegaron de esta maravilla para mudarse a la gusanera de Miami. Si por mí fuera nunca saldría de mi útero particular.



Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía En la tarde, tarde (Miami, 1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (Madrid, 2000), y En época de lilas (traducción al castellano de 44 poemas de E. E. Cummings) (Madrid, 2004), de relatos, Ex-Cuetos (Miami, 2002), Hallarás lobregueces (Miami, 2004), las crónicas Verycuetos (Miami, 2007) y Veintiún cuentos concisos (Editorial Silueta, 2009).

jueves, 24 de diciembre de 2009

¡Felices Fiestas Navideñas!


Tintoretto

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Los dos hombres nuevos


Por Joaquín Gálvez

El movimiento de la contracultura, constituido por los llamados Baby Boomers (nacidos durante la postguerra), representó una ruptura radical de los valores tradicionales de las sociedades capitalistas de occidente. La escuela neo marxista de Fráncfort, encabezada por Herbert Marcuse, la generación beat, la Revolución cubana y su influjo en el continente latinoamericano, así como la guerra de Vietnam en plena guerra fría, fueron factores que incidieron decisivamente en los cambios sociales que se produjeron durante la década de los años 60.

La música devino en elemento catalizador de esa generación, que tuvo a los hippies como sus representantes emblemáticos. En los países del campo socialista, el movimiento de la contracultura sirvió de arma propagandística para proclamar la crisis mundial del capitalismo y la correlación de fuerzas a favor del socialismo. Irónicamente, en Cuba, los reclamos - y valores- de esa generación anti establishment, tales como la liberación sexual, la rebeldía contra el status quo y el pacifismo, adoptaron el siniestro calificativo de “ diversionismo ideológico”.

El hombre nuevo, hijo de la Revolución cubana, que supuestamente había sido liberado de los rezagos del pasado capitalista, tenía ahora que vestir un cinturón (de castidad) ideológico, para que así su individualidad quedara atada a los dictámenes del oficialismo. Sin duda, existía un notable contraste entre el hombre nuevo de la sociedad capitalista y el hombre nuevo de la sociedad socialista cubana. La diferencia de marras estribaba en que el hombre nuevo del capitalismo era producto de una sociedad abierta y democrática, mientras que el hombre nuevo cubano era una fabricación del dirigismo gubernamental.

Los ideales liberales que permearon a las sociedades capitalistas occidentales, durante la década de los 60, fueron posteriormente incluidos en las agendas de diferentes partidos políticos. Por su parte, Cuba, al igual que el resto de los países del campo socialista, permaneció en una perenne inmovilidad social y política. A diferencia de su coetáneo capitalista, el hombre nuevo cubano estaba obligado a cumplir con un código de vestimenta y de apariencia física, y a mantenerse distante de la epidemia de la nueva idiosincrasia de la sociedad de consumo. ¿Cuál era la epidemia de esa nueva idiosincrasia? Indiscutiblemente que eran esos rasgos de rupturas nacidos del movimiento de la contracultura; los mismos que ensalzaban los ideólogos comunistas para endilgarle a la sociedad capitalista, sobre todo a la norteamericana, el rótulo de “conservadora y reaccionaria”.

El hombre nuevo cubano creció dentro de un campo minado de prohibiciones, de espalda a una realidad surgida de la rebeldía del hombre nuevo de la sociedad capitalista occidental. La difusión de la música Rock se convirtió en un delito en los países socialistas. Aquellos radios Selenas, en Cuba, fueron los catalejos que nos acercaron, por medio de las emisoras de FM, a ese mundo vedado. The Beatles, Bob Dylan, The Rolling Stones, The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd, etcetera, nos influenciaron más que Marx, Engels, Lenin y el Che Guevara. Ellos fueron nuestros verdaderos ideólogos, gracias a su doctrina prohibida: “el diversionismo ideológico”.

Con la perestroika soviética, la caída del muro de Berlín y el fin del campo socialista en Europa del Este quedó al descubierto el verdadero rostro del hombre nuevo. Realizaciones fílmicas, como el documental soviético No es fácil ser joven y la película polaca Yesterday, revelaron el acoso policiaco y la represión a que fueron sometidos los jóvenes rusos y polacos por tan sólo mostrar sus preferencias por la cultura creada por el hombre nuevo capitalista. Más tarde, durante el llamado período especial en Cuba, Tomás Gutiérrez Alea develaba esa realidad en su filme Fresa y Chocolate. Hay que destacar que en esta realización también salió a relucir la represión contra los homosexuales en la sociedad cubana, la cual tuvo la aquiescencia de las autoridades gubernamentales. El gay cubano no sólo cargaba con la cruz del prejuicio social, sino también con la del pecado ideológico (la U.M.A.P: ex purgatorio gay). Por cierto, el ex hombre nuevo Allen Gingsberg tuvo mejor suerte en Cuba, pues su castigo anti gay consistió en abordar un avión de regreso a los Estados Unidos.

Aquellos hombres nuevos, de la sociedad capitalista, crecieron y se formaron dentro de un marco de ilimitada movilidad, a tal punto que se les permite defender al régimen donde viven sus coetáneos cubanos; pero, desgraciadamente, a estos últimos se les penaliza por creer en lo que aquellos lograron instituir en el capitalismo. Al hombre nuevo del socialismo le impusieron la libertad dentro de una cápsula. Por eso, ese hombre nuevo, del último bastión comunista en occidente, es hoy un tiro que salió por la culata, tal como lo predijo Jim Morrison: “Prohibido prohibir. La libertad comienza por una prohibición”.

martes, 22 de diciembre de 2009

Tres poemas de Rolando Jorge


Lúpulo de viejos

Buena vida druidaria
no está de acuerdo con nada
de esos exiliados del caballo
o el olor que ha de matarle
Seca verja de condado
y pánico del animal
como rama de
virar ayer que vive

y ve que tiene vida
y parla por tres
Piedad de trovar
Uso o destile
pasan frío—
fuerte edad
restaura
con voluta.


Canción de W.F.

Para Ladisla Hernández

Matan para quitarle
Bachiller toca protuberancia
Tanto mañana
Ramón Pérez
en zarandeo de academia
Pérez España
pasa de mano
pupa del lenguaje.

Más abajo del suelo

Corre; cita; revuelca
ningún hermano
historia de ferrocarril
con orines −
tierra pagana emplea tribunal en país cristiano
arrastra moral
que aplaude vaso
en conferencia de continuación y encía.

Rolando Jorge(San Antonio de los Baños, Cuba, 1955). Poeta y ensayista. Obtiene menciones en los concursos de poesía David y Julián del Casal(1985), en Cuba. Mención en el concurso Eugenio Florit, Miami 2002. Vive y trabaja en esta última ciudad desde 1999.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Un cuento de Joaquín Gálvez


¡Ni te pienses que te voy a hacer tostones!

Era uno de esos días en que el invierno le hace un fugaz guiño a Miami: hacía frío. Acababa de salir de la Universidad Internacional de la Florida, luego de varias horas de espera, mientras trataba de conseguir un préstamo estudiantil. Mi estómago era un abismo no apto para maratonistas que aspiran llegar a la meta.
¡Qué hambre...! Tengo que encontrar un cuerpo de guardia urgentemente; no aguanto más esta hambruna de ciudadano del primer mundo. Sépase que cuando digo cuerpo de guardia, me refiero a esos restaurantes de comida rápida que nos rescatan gracias a su expedito servicio, incluyendo el del Drive in, pero que, paradójicamente, nos acercan un pie a la tumba al aumentarnos el colesterol. Una vez que mi carro logró vencer los escollos del tránsito en la salida de la universidad, aceleré como una nave espacial que anhela ponerse en órbita. Tuve la suerte de que no había, a esa hora del mediodía, un policía escondido detrás del único árbol plantado en la avenida 107. Mientras manejaba, miraba para ambos lados de la vía buscando un McDonald, un Burger King, un Wendy’s, o un Kentucky Fried Chicken... Mi estómago era semejante al tanque de gasolina de un automóvil cuando la aguja del contador indica que ya está a punto de acabarse el combustible. Por fin encontré un Pollo Tropical. Mucho mejor. Nada más apropiado para librarme de este ataque de hambre que un plato afín a mis raíces culinarias, a pesar de que viví en un país donde el pollo era un manjar atípico, que brillaba por su ausencia en la mesa de sus ciudadanos. Un restaurante de este tipo en Cuba se podría llamar Pollo Glaciar, pues la esporádica presencia del pollo denotaba una procedencia foránea. Estacioné mi carro. Me dirigí con pasos agigantados hacia el restaurante. No quise hacer la cola del Drive in, pues mi inquieto estómago me gritaba: «Necesito que te ocupes de mí ahora mismo». Desfallecido, abrí con marcada torpeza la puerta del restaurante. La cola era más larga que la del Drive-in. En realidad, no era una cola tan larga, pues delante de mí había unas diez personas a lo sumo. Sucede que yo, como tantos cubanos, padezco de colagitis (fobia a las colas), sobre todo en restaurantes y mercados. Recuerdo que una de mis experiencias más traumáticas ocurrió en la heladería Coppelia del Vedado, en la que después de hacer una cola de tres horas, y cuando ya me tocaba el turno, el guardia de seguridad anunció tajante: “Se acabó el helado”. Pero tenía que superar esas brumas del pasado; en la Yuma, por suerte, eso no pasaba. Llegó el momento cumbre; ese momento que se transforma en el más importante de nuestra vida, por la ineludible necesidad de saciar un deseo, aunque sea tan elemental como el hambre. De pronto, un milagro en Miami: ¡Tostones en el menú del Pollo Tropical! Mis amados tostones, es decir, como le llamamos en Cuba, plátanos a puñetazos. Era la primera vez que los veía en el menú del Pollo Tropical. Entonces, toda mi hambre, toda mi ansiedad quedó reducida a probar esos crujientes y deliciosos tostones que, en otros tiempos, mi abuela me hacía, gracias a unas matas de plátano que tenía sembradas en el patio, cuyas hojas, en varias ocasiones, sustituían al papel sanitario por excelencia del país: el periódico Granma.
— ¿Qué quieres ordenar? —inquirió la cajera
—Póngame un cuarto de pollo con arroz blanco y frijoles negros, y tostones. Por cierto, los felicito por tenerlos en el menú.
—Ah sí, hace poco que los incluimos.
Ya había pagado por mi orden y estaba presto a recibir mis tostones, cuando la voz de una de las cocineras se desbocó súbitamente como si hubiera sido poseída por el demonio:
— ¿Quién es el que quiere tostones?
—El muchacho, —le respondió la cajera
La cocinera me miró con rostro hosco y una mirada de acero fundido
—Mira, ¡ni te pienses que te voy a hacer tostones!
Me quedé estupefacto. Nunca antes me había pasado algo parecido desde que llegué a los Estados Unidos, donde el servicio al cliente es clave para el éxito de toda empresa, además de ser una ética profesional. Respiré profundo para recuperarme del susto.
—Señora, yo a usted no le he exigido que me haga tostones; yo los vi en el menú y los ordené, al igual que el pollo y los frijoles.
—Sí, pero yo no tengo tiempo en este momento para hacerte tostones; tú no ves la cola que hay aquí y en el Drive in respondió con acentuado enojo
—Señora, usted me habla como si yo fuera su esposo, o su hijo, que le reclama que le cocine; por favor, tráteme con más respeto que yo soy sólo un cliente de este restaurante y no un familiar suyo; ni siquiera soy un intruso en el comedor de su casa.
Más enojada aún, la cocinera prosiguió.
—Mira, niño, yo sí sé tratar al cliente, porque trabajé durante más de diez años en la cafetería de Prado y Neptuno en La Habana, así que no me vengas con ese discursito...
Sentí como si un fantasma trepara en mi memoria: era la misma mujer que una tarde de 1988, al salir hambriento del cine Payret, donde fui a ver el filme La mosca, me causó uno de los desengaños más grandes de mi vida. Esa tarde caminé desesperado hacia una cafetería cercana. Cuando entré, me sorprendí al ver que el menú anunciara la venta de malta. Pero aún más sorprendente era el hecho de que no hubiera cola. Señora, le dije con esa inocencia del que todavía cree en milagros, me puede poner un vaso de malta. La camarera me miró exhalando una sonrisa burlona: Mi niño, no te puedo servir malta porque no tenemos vasos. Cómo, no puede ser. Pues así es: tú no ves que no hay cola. Tan pronto lleguen los vasos esto se va a convertir en un panal de abejas, añadió. Señora, pero no me lo puede servir en cualquier recipiente, no importa que sea de papel, le supliqué. No lo tenemos, y si lo tuviéramos hay órdenes estrictas de servir la malta solamente en vasos.
Otra vez regresa el pasado, como una condena cíclica, borgiana y kafkiana a la vez. Una historia de dos ciudades, cuyos protagonistas eran esa mujer y yo, o más bien el hambre. Comprendí que los dos estábamos atados por un cordón umbilical: el hambre. Yo, su cliente en dos ocasiones y en ambas, el manjar apetecido me fue negado. En aquella cafetería habanera, ella lidiaba más con las moscas y las guasasas, que con los clientes. Por eso, esas escaramuzas de clientes hambrientos en la cafetería, ante la insólita presencia del producto alimenticio, le parecía una invasión de marcianos. Su memoria laboral quedó marcada para siempre por aquel lastre.
Decidí no darle la queja al administrador, algo que haría un cliente normal y corriente. Y es que ella tampoco era una cocinera típica, sino un extraño ser con el que me había encontrado dos veces en mi vida y que con pertinaz insistencia se ensañaba en condenarme al ayuno.
Pensé pedir que me devolvieran el importe de los tostones, pero tomé una decisión más drástica.
—Señora, yo ya no deseo comer; por favor, devuélveme todo el dinero.
Salí con mi hambre a cuesta. Llegué a mi casa, de la misma forma que veinte años atrás en La Habana cuando no conseguí el vaso de malta. Fui directamente a la cocina, abrí el refrigerador; como de costumbre, estaba repleto de comida, incluyendo unas botellas de malta y unos plátanos verdes, buenos para freír y hacer tostones. No probé un bocado. Como hace veinte años, me tomé un vaso de agua con azúcar y me tiré en la cama a dormir, esta vez con la esperanza de que fuera despertado por la cocinera, no con el beso con que el príncipe despertó a la bella durmiente, sino con la noticia de que al fin me servía la malta y los tostones que tan cruelmente me había negado.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Dos poemas de Armando Añel


Fecundidad de los contrarios

que en las noches pueda escuchar
el rumor de la humedad sobre las piedras
el acoso de la grieta en las paredes
la determinación de las hormigas

que en la penumbra pueda distinguir
la voz del sapo de la voz del toro
el estruendo de la gota china
el pavor de la sobreabundancia

que haya paz
que haya guerra
que la fecundidad de los contrarios
ponga las cosas en su sitio

Una vez más el iceberg

en medio de los desatinos
un montón de hielo, sombra petrificada
un gaznatón de hielo, un puñetazo
vapor de agua que se enciende
y se adormece y se licúa

la extenuación de estar de pie pidiendo el último
en esa plataforma de nieve
como un guante, un gaznatón, una pedrada
como la niña
sin los dedos de las manos
como la ilustración frente a la niña
incapaz de pasar página

en medio de las lamentaciones
una montaña de hielo, una tribuna blanca
sin banderas ni ovaciones ni estremecimientos
sólo el pasado, sólo la paradoja de seguir creciendo
desde abajo, más abajo
hacia abajo

Armando Añel (La Habana, 1966). Escritor y editor cubano. Entre los años 1998 y 2000 se desempeñó como periodista independiente en Cuba, siendo cofundador y vicepresidente del aún activo Grupo de Trabajo Decoro. Tras recibir el premio de ensayo anual de la fundación alemana Friedrich Naumann en la primavera de 2000, viajó a Europa, donde residió en España e Inglaterra hasta radicarse en Miami, Estados Unidos, en el verano de 2004. Fue corresponsal en Londres de la revista madrileña Arte y Naturaleza, y en España, editor del diario digital Encuentro en la Red y la revista Perfiles del Siglo XXI. En Miami, ha sido editor en español de las revistas Islas y Herencia Cultural Cubana. Literatura y artículos suyos aparecen regularmente en publicaciones de Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Ha publicado los libros Erótica (cuento, La Habana, 1996) y Escuela de vida (biografía, Miami, 2006), y la plaquette de poesía Éxodo (La Habana, 1995).

jueves, 17 de diciembre de 2009

Zu Galería: Una noche de poesía con Eyda Machín este Sábado




Zu Galería Fine Arts les invita al cierre de nuestro año de literatura y poesía con la escritora Eyda Machín quien nos visita desde Francia y compartirá con nosotros sus poemas.
Sábado, 19 de diciembre 8pm

Zu Galería Fine Arts
2248 SW 8th Street
Miami, Fl 33135
786-443-5872

www.zugaleria.blogspot.com

Un cuento de Juan Cueto-Roig


El pintor y el crítico

El dueño de una galería, compadecido de la aguda y prolongada depresión que aquejaba a un pintor amigo por no haber logrado nunca el reconocimiento del público ni la atención de la crítica, le permitió que exhibiera seis pinturas en su local. Varios días después de inaugurarse la exposición, un prestigioso crítico de arte escribió la siguiente reseña.

“La insólita otredad de la obra de este artista plástico abarca, más allá del instante, la servidumbre de la memoria, la cual se afinca y regodea, no en el ámbito inapresable de la irrealidad de una realidad, sino en la vorágine causal del entrevisto de su presente onírico, volcado sobre las vivencias existenciales de la inmediatez, para convertirse, de la imprecisión de la nada y de la vaguedad del nunca, en cúmulo del siempre. De ahí la fijeza obsesiva de su estilo y la rabia eclosiva que lo caracteriza.
Y así, este pintor ha configurado en su quehacer artístico una realidad empírica que no se desliga, sino que por el contrario permanece firmemente comprometida con la otredad que cultiva y distorsiona en su andadura por los predios de su imaginario.
Y es precisamente en la destilación y condensación de esta muestra donde podemos vislumbrar su quehacer, que es mimético del ritual pictórico latinoamericano actual.
Por otra parte, la unicidad de la catarsis que se percibe en los colores irreales de sus lienzos confirman, como hemos insinuado anteriormente, la figuración, evolución y fugacidad de la hondura en que ha devenido su obra: libérrima interpretación bipolar de su magnificado yo interno, que no difiere en lo más mínimo del imago de su peculiar y extravagante concepción estética y de su no disimulada otredad avasalladora.”

Al pintor le afectaron de tal forma las crípticas palabras del afamado crítico que cuando el dueño de la galería lo llamó para felicitarlo, el hombre agonizaba.
El suicidio contribuyó a que se vendieran todos sus cuadros, pero el pintor no se enteró del único acontecimiento memorable de su vida.

Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía En la tarde, tarde (Miami, 1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (Madrid, 1996), y En época de lilas (traducción al castellano de 44 poemas de E. E. Cummings) (Madrid, 2004), de relatos, Ex-Cuetos (Miami, 2002), Hallarás lobregueces (Miami, 2004), las crónicas Verycuetos (Miami, 2007) y Veintiún cuentos concisos (Editorial Silueta, 2009), al que pertenece este cuento.

martes, 15 de diciembre de 2009

Tres poemas de Alejandro Fonseca


Noticias

Ya no puedo mirar
por los ojos del Almirante:
el único recuerdo de viajes
se trunca en la noria que persiste.
Entre pueblos que se extinguen
remontamos florestas de hojalata
y en los recintos hispanos
inhalamos cursilería literaria.
Lo patético serían las exhumaciones
pero el pasado elimina estrecheces.
Alcohólico asistí al derrumbe
y crucé espejos y proclamas
y funerarias con jóvenes tendidos.
Ahora escapan playas del verano.
El deseo contamina las neuronas.
Las arengas revisten universos.
Los días traen idénticos abismos.
En casa un fantasma devora
ideologías y bancarrotas
y su pobreza falsifica las noticias.
Cuánta venganza en los archivos.
Los herederos comienzan a mutilarse.

Coro de ángeles

En este otro lado del mundo
me resulta abominable
no poder traducir
las voces de esos niños ciegos
que cantan en la India.
Una atmósfera extraña los envuelve
porque son coros de ángeles
tal vez nacidos con el privilegio
de no poder mirar.

Cánones y supersticiones

Frente a los canales sin regreso
se ahogan cánones y supersticiones.
Mañana las vestimentas de ayer
serán el comienzo: trasmutaciones
tropicales travestidas acortándose.
La traición de la hamburguesa
nos llega con noticias de pedófilos.
Demasiada cacofonía para esta historia
por donde andamos en espera del desastre.
En el mismo río se bañan los entuertos
y entre el cielo y la tierra sigue dudosa la voluntad.
Semana tras semana me embisten
injerencias y deserciones en la memoria.
Ya ni las tormentas nos regalan sabiduría.
Almozar con filósofo que se dice cubano
y por consecuencia aprendiz de babalao
sería perder los rumores de la noche.

Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954). Ha publicado los libros de poemas Bajo un cielo tan amplio (Premio Ciudad de Holguín 1986), Testigo de los días (Premio Adelaida del Mármol 1988, Holguín), Juegos preferidos (Premio Ciudad de Holguín 1998), Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas (1998), Anotaciones para un archivo (1999), Ínsula del cosmos (2007) y La náusea en el espejo (2009), poemario al que pertenecen estos poemas.

domingo, 13 de diciembre de 2009

viernes, 11 de diciembre de 2009

A-cercamiento a Mario Bellatín

Por Adriana Herrera


Mario Bellatín escribe con una mano de hierro que no tiembla al cortar el ojo de quien lo lee. Su narrativa arrastra hacia los delirantes escenarios de sus mundos cerrados y sólo cuando está adentro uno descubre que no saldrá nunca del todo.
En cierto modo, este narrador de quien Sergio Pitol ha dicho: “Con él entre nosotros, la novela vuelve a ser un género mayor”, actúa como un Barba Azul que nos entrega todas las llaves de las habitaciones, incluyendo la de algunas prohibidas, con la certidumbre de que no resistiremos la tentación de entrar y que al tener en las manos la llave manchada de sangre buscaremos desesperadamente el origen de lo que contra nuestra voluntad –pero también ansiosos de verlo- hemos tenido que contemplar.

Puede que se trate de un Salón de belleza –como el título de uno de sus libros- convertido en moridero; de un bello jardín construido como una venganza perfecta; de escuelas donde niños y adolescentes descubren cuán perversas pueden ser las ficciones humanas; de casas familiares donde el límite entre la abnegación y el control despiadado se funden. En cualquier caso, está hablando de algo más. Y cierra la puerta y deja al lector adentro con un manojo de llaves-símbolos para que recorra a solas esos espacios que parecen asemejarse a los reales, pero que lentamente van siendo tomados por un absurdo que parece imposibilitar su verosimilitud, hasta que su irrealidad se le revela al fin como ese espejo en el que no quiere verse. Es entonces donde hace aparición, con extraña nitidez, el mal que corroe los vínculos más íntimos o los sistemas que persiguen algún modo de utopía.

Sus obsesiones: la omnipresencia de la muerte y su relación con la belleza, la vasta extensión del dolor, o el fantasma de la libertad, alimentan un universo de metáforas reiterativas: peces o niños de tres años asfixiándose, cuerpos mutilados o inválidos, el color de la saliva escurriéndose como único modo de comunicación, la imagen de un perro inmóvil que contiene todas las respuestas impronunciables, entre otras figuras reiterativas, surgen una y otra vez en sus páginas. Pero en realidad éstas nunca hablan de lo que cuentan.

El oficio de Bellatín como narrador consiste en armar una suerte de tinglados teatrales para ensayar una nueva manera de decir lo indecible. Así se aproxima a las realidades comunes del siglo –el pavor a las enfermedades contagiosas, las lógicas cada vez más cruentas de la guerra, la tenebrosa extensión de las sectas, las monstruosas lógicas del poder en la vida cotidiana- a través de una enorme parábola que en realidad conforma un solo libro. Eso es lo que ha constatado al ver su Obra reunida por Alfaguara en México.

Esos textos publicados por diversas editoriales del Perú, donde se formó entre los cinco y los 23 años –y a donde no querría volver a vivir- o de otros lugares de Latinoamérica y Europa, que en los años ochenta habrían sido (lo fueron, algunas veces) descalificados porque desafiaban los cánones literarios, o por ilógicos, fragmentarios, irreales, hoy son considerados magistrales en su modo de asir la propia escritura y las extrañas construcciones colectivas de la realidad.

Este escritor nacido en Perú, radicado en México y habitante de un no-lugar subvierte las reglas de las notas de páginas, las asociaciones esperadas, y puede llevar tan lejos la libertad de lo apócrifo que durante un congreso intelectual donde le pidieron referirse a un autor determinante se dedicó a hablar de Shiki Nagaoka. Como narró The New York Times en el reciente artículo que lo califica como “una de las voces líderes en la ficción experimental en español”, fue a raíz de que la intrigada audiencia quiso saber más sobre este autor que según él tenía una nariz tan enorme que le impedía comer, que decidió proveer todos sus datos en la novela con fotos y bibliografía, sobre este autor ficticio que concibió con un defecto congénito –un rasgo que Bellatín comparte con él, puesto que nació sin el brazo derecho- y con la similar capacidad de incluir en sus obras lenguajes intraducibles. Al menos para quienes no tengan una nariz descomunal para la ficción.

En uno de los incontables textos engañosos (y no obstante ciertos en los niveles más profundos de la psiquis) que ha escrito, el ensayo De cómo conocí a Aldo Chaparro, Bellatín atribuye a este reconocido artista contemporáneo una de los ejes esenciales de su propia creación. Su oficio ha consistido en “colocar un universo terrible por delante, como una suerte de protección contra el horror que ese mismo mundo iba estableciendo”.

En 1986 publicó por su cuenta, con un sistema de bonos que le permitió financiar (y distribuir) 800 ejemplares de su primer libro, Mujeres de sal, y el reciente texto La jornada de la Mona y el Paciente, escrita a partir de cartas autobiográficas enviadas a un analista ortodoxo, Bellatín obtuvo el premio Xavier Villaurrutia por su novela Flores; su libro Poeta ciego fue calificado como “la novela más relevante” del 2008 por la crítica mexicana, y Salón de Belleza fue finalista del premio Medicis a la mejor novela publicada en Francia en el 2000.

Lo entrevisté en la antesala de su viaje a Buenos Aires, donde el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, realizaba el “Seminario Laboratorio Bellatín”: una sección de seis horas de preguntas y respuestas grabadas, sobre el proceso creativo del creador de “un proyecto original y arriesgado dentro del panorama de la literatura latinoamericana actual”, para producir un libro colectivo en su génesis. Al término de nuestra conversación el escritor consideró que podía funcionar como una suerte de ejercicio anticipatorio. A tono con sus libros fragmentarios, transcribimos extractos de la charla sobre su obra y visiones.

Habitaciones cerradas a las que sería mejor no haber entrado

“El lector se va involucrando en lo que él puede pensar que es paralelo a una habitación normal, pero cuando se da cuenta que ha dado un paso de más está totalmente envuelto en un mundo enrarecido”.

El verdadero libro

“Los escritores somos los que menos podemos leernos. Estamos demasiado acostumbrados a la presencia del autor todopoderoso que no se desprende del texto. Es difícil encontrar libros que no vendan con el autor incluido que dice cómo hay que leerlo. En lugar de ese lector acosado yo propongo una literatura que funciona como un pretexto para que cualquiera encuentre su propio libro”.

“En mi literatura nunca se cuenta lo que se dice de manera evidente, sino que lo que hay detrás de los sucesos que narro. Lo incontable. Todas esas palabras, esos hechos son como una suerte de maqueta, de andamio para que contenga ese vacío terrible que
es el verdadero libro”.

Efecto de Invernadero- Los Baños

En San Antonio de los Baños inventaron un sistema muy sabio: una escuela -con buenos profesores- donde los extranjeros están encerrados a 30 kilómetros de La Habana para hacerlos vivir un mundo muy cómodo y ajeno a la realidad cubana. No soporté ese encierro de 90 chicos latinoamericanos viviendo juntos en una especie de locura colectiva. Me sirvió para descubrir cómo puedes hacer un bodrio o una buena película a través del montaje, que lo es todo. Dejé la Escuela con la complicidad de un grupo de escritores cubanos que respetan el oficio en sí mismo y pude vivir como una suerte de ciudadano invisible durante dos años la cotidianidad, escribiendo un libro que fue el pretexto para ensayar formas narrativas. Escribí un libro que fue el pretexto para ensayar formas narrativas y hallar una manera personal de decir las cosas, porque lo único importante de un creador es que lo que él haga no lo pueda hacer otro. Hice dos mil páginas en las que hablaba de los últimos días del poeta peruano surrealista César Moro (en su hogar de la Bajada de los Baños, en Barranco) y del Efecto de invernadero (título del libro) de algo que me dejó helado: descubrí que los valores que son parte de la humanidad -la lealtad, la amistad, el amor- son aprendidos. Y que basta una minucia, que son los 40 años de un régimen, para romper con una lógica de siglos. Pero evidentemente no me interesaba hablar del sistema político: me interesa la realidad chica. El detalle. Cómo pasa lo que existe. Creí que debía escribir otras dos mil páginas para decir todo eso. Cuando salí de Cuba descubrí que el libro estaba terminado. Extraje fragmentos decisivos de lo que en cierto modo era un libro opuesto al que lee el lector porque aunque haya personajes y lugares reconocibles para mí, no tiene importancia transmitírselos al lector. Le entrego un sistema de escritura en el que no hay ningún espacio, ningún tiempo identificable. Se trata de que el lector tenga un libro más de silencios, más abstracto, para que él pueda participar en el proceso.

Un yo constante

En el último tiempo he escrito unos libros pequeños donde aparece un yo constante, fortísimo, insoportable, que hizo posible un nuevo libro que se llamará El gran vidrio. Trata de tres episodios autobiográficos, que se titulan "La piel luminosa", "La verdadera enfermedad de la Sheika" y "Yo era un personaje moderno". Es un libro que busca lo más personal de uno, que son los sueños, donde ni siquiera interviene la conciencia para elegir el tema. Para separar un texto de otro hay una serie de fotos conmigo: foto busto, foto perfil, etcétera. Y con eso se acabó esta búsqueda de mi voz, que en el fondo también es falsa, porque con El gran vidrio me burlo de la biografía al colocar situaciones totalmente imposibles. En un relato soy una niña que se convierte en marioneta y tiene una novia alemana y luego tiene 50 años y después vuelve a ser niña.

La ficción extrema

La extrema ficción que parece muy alejada de la realidad, se convierte en el único modo -cuando todos los demás están gastados- de modificarla.

De cómo una frase inicial contiene entero su Salón de Belleza

“Hace algunos años –dice, repitiendo de memoria el párrafo inicial de Salón de Belleza- mi interés por los acuarios me llevó a decorar mi salón de belleza con peces de distintos colores. Ahora que el salón se ha transformado en un Moridero, donde van a terminar sus días quienes no tienen dónde hacerlo, me cuesta trabajo ver cómo poco a poco los peces han ido desapareciendo”. En esa primera frase está todo el libro. No hay más. Ésa es la novela. Está escrita con el método del no: que todo no salga de cuatro paredes. No espacio, no tiempo, no retórica. Era poner restricciones muy estrictas para reinventar lo que estaba inventado. Ese libro es un reflejo, un apéndice de la realidad, pero construido de tal forma que no requería que me creyeran. Se trata de crear esos universos obviamente construidos, artificiales, para poder incidir en la misma realidad, pero de una manera alterna. Como las formas están tan gastadas, no inciden en la realidad. Para combatir el miedo que tengo de levantarme una mañana me levante y no desear seguir escribiendo, busco incidir con la escritura de una manera distinta a la que se está esperando. Quizás sea el único modo de pasar a las capas más profundas de las sociedades enfermas”.

*Versión de un texto originalmente publicado en la revista Poder.


Adriana Herrera (Bogotá, Colombia). Escritora de arte y literatura. Se desempeña en la sección de Artes y Letras de El Nuevo Herald y colabora para diferentes publicaciones de Estados Unidos, Europa y América Latina. Cursó estudios graduados en Ciencias de la Comunicación y estudió paralelamente filosofía, además de cursos de especialización en arte y literatura. En la actualidad se encuentra realizando la tesis doctoral en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Internacional de la Florida.

Disección de una nariz


Por Joaquín Gálvez

Uno de los poemas más representativos de la expresión conceptista en la obra de Francisco de Quevedo y Villegas, es el soneto, de corte satírico, A una nariz. Sin duda, el conceptismo en esta pieza es llevado a su más alto grado de exacerbación, hasta tocar los goznes de lo mordaz y caricaturesco, revelándonos la visión rebelde e inconforme que tenía el autor con respecto a su ámbito social, el cual consideraba una gran farsa. Este soneto también nos da testimonio de la audacia literaria de Quevedo, tal como podemos leer:

A una nariz

Érese un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Estos endecasílabos confirman el talante conceptista de Quevedo, de una forma muy singular. El poeta parte de la nariz como símbolo y, en torno a ella, deja que fluya su torrente estilístico - pletórico en metáforas-, de una manera aparentemente desordenada e inconexa, como velo tras el cual yacen significados o expresiones conceptuales. La atmósfera poética que se produce alrededor de la nariz alcanza la deformación o exageración que autoriza la hipérbole, la cual Quevedo emplea para ridiculizar la realidad. Cada verso constituye una unidad independiente que gira alrededor de su eje: la nariz.

Desde el primer verso, la nariz se presenta como símbolo negativo, monstruoso. De ahí que el poeta aluda al hombre pegado a la nariz, como si ésta fuera un órgano prescindible por su carácter malsano: la nariz es más grande que el hombre, superlativa. Luego en el tercer verso nos dice: “Erase una nariz sayón y escriba”. Aquí la monstruosidad puede ser letrada, al remitirnos a un verso de un soneto escrito contra Góngora: “Tiene de sayón su valentía”. Entonces en el cuarto verso consigna: “el peje espada es muy barbado”. Este verso tiene dos vías interpretativas apelando al equívoco. El peje puede ser un hombre de nariz superlativa o un pez espada de grandes aletas o barbas; en efecto, una nariz por cuyos orificios brotan los pelos. El binomio pez-hombre queda emparentado por la nariz y su componente alegórico. Otra analogía hombre-animal aparece en el séptimo verso: “Erase un elefante boca arriba”. Ahora el hombre es comparado con un elefante por tener la nariz tan grande como una trompa, es decir, la nariz es un apéndice animal, o monstruoso, adherido al ser humano. En la estrofa final podemos leer: “Erase un naricísimo infinito/ muchísimo nariz, nariz tan fiera/ que en la cara de Anás fuera delito”. Otra vez Quevedo tensa su arco hiperbólico para aludir a la nariz como un mal interminable, tan fiero como un animal en el rostro de Anás, nombre judío cuya etimología significa “sin nariz”. Este elemento antitético denota el sentido negativo de la nariz como apéndice maligno, a tal punto que en el rostro de un chato se convierte en un delito.

Al hacer esta breve disección del soneto A una nariz, podemos constatar la complejidad conceptista de Quevedo. El rechaza el culteranismo de Góngora porque en éste predomina el ornamento suntuoso y la verbosidad sonora, con una afectada búsqueda de perfección y belleza formal; pero esa aversión no lo hace caer en la frase llana que podría convertir un poema, como el que hemos analizado, en un discurso simplista y ramplón. Para ello se vale de una serie de recursos estilísticos que lo distancian del conceptismo facilista de otros poetas de su época. En la obra del poeta madrileño, contenido y forma marchan a la par, precisamente porque supo revelarnos su pensamiento -muy arraigado al ideal moralista de su tiempo- por medio de la riqueza de su instrumental estético. El barroquismo conceptual de Quevedo, como hemos visto en el soneto A una nariz, es un contraste de luz y sombra, de fuego y nieve; por eso en su más acendrada tendencia satírica -descarnada y procaz- nos aguarda un Quevedo sediento de justicia y de virtud humana.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Hallazgo en una caverna de Liverpool


La noche existe en Liverpool para que Diógenes
encuentre la humanidad en una caverna.
Las bombas nazis legaron un pentagrama de silencio en las faldas de las muchachas.
Twist and shout. (Twist and shouts)...*
El whiskey, el humo verde, los chicos con sus melenas, el orgasmo,
que cabalga y cabalga como una sinfonía que escuchan las estrellas.
El viejo Churchill luchó por este ruido en la caverna,
por esta paz que deja el estruendo de otra bomba nazi en Trafalgar Square.
Twist and shout. (Twist and shouts)…
Queríamos una revolución e hicimos una revolución:
la libertad tiene ahora el rostro de una caverna.
El eterno retorno, querido Nietzsche, se cumplió tu sentencia:
la humanidad vuelve a nacer en una caverna.
Se ha apagado la oscuridad en Buckingham palace:
Elizabeth II baila Rock and Roll en Buckingham palace.
Twist and shout. (Twist and shouts)…
Queríamos una revolución e hicimos una revolución
de cuerdas y lienzos.
El Financial Times anuncia: “Cuatro chicos de Liverpool conquistan el mundo”.
Y el viejo Churchill sonríe porque ya se puede morir.
Twist and shout. (Twist and shouts)…

*Título de una canción de los Beatles

lunes, 7 de diciembre de 2009

Fotos de la tertulia







La Otra Esquina de las Palabras: Tertulia y Blog

En la noche del pasado viernes, 4 de Diciembre de 2009, abrió sus puertas, en Café Demetrio, la peña cultural La Otra Esquina de las Palabras, la cual estuvo dedicada a los poetas y sus editores. El evento comenzó con una charla de los editores George Riverón (Bluebird Editions), Germán Guerra (Ediciones EntreRíos), Juan Antonio Sánchez (Ediciones Iduna) y Rodolfo Martínez Sotomayor (Editorial Silueta), quienes hablaron sobre sus proyectos editoriales y todo lo concerniente a la publicación de poesía. Luego, a modo de conclusión, hubo una lectura de poesía a cargo de los poetas Alejandro Fonseca, Rolando Jorge, Denis Fortún, Heriberto Hernández Medina, George Riverón, Germán Guerra y Joaquín Gálvez.

Esta tertulia intentará reflejar el rostro cultural de la ciudad, por lo que contará, entre sus invitados, con artistas y escritores hispanos que residen en Miami, e incluirá presentaciones, charlas de literatura, artes plásticas, cine, teatro y música. La misma tendrá lugar un viernes de cada mes en Café Demetrio, situado en 300 Alhambra Circle, Coral Cables

La Otra Esquina tiene como objetivo ampliar el espectro cultural de Miami, precisamente en momentos en que esta ciudad se encuentra en efervescencia artística y literaria, y no pretende establecer competencia con ninguno de los eventos culturales existentes. Todo lo contrario: con miras a que el público pueda beneficiarse de la variedad de ofertas, nos pondremos en contacto para evitar conflictos de programación.

Para ello hemos escogido un lugar idóneo, Café Demetrio, reducto de café europeo asentado en una zona céntrica de Coral Gables. En Café Demetrio los asistentes, luego de concluida la peña, podrán disfrutar de música en vivo (jazz), así como de la variedad de refrigerios y víveres de este acogedor café, mientras comparten una plática sentados a la mesa.

Aprovecho esta cobertura de la primera edición de la tertulia, para anunciarles la salida de este blog. La Otra Esquina de las Palabras(Blog) será un reflejo de la tertulia, con secciones de poesía(La esquina de los poetas y Sociedad de poetas muertos), narrativa(Los pasos perdidos), ensayo, reseña y entrevista (La verdad de las mentiras), cine(Cinema Paradiso), música(Abbey Road),artes plásticas(El nacimiento de Venus) y teatro(Esperando a Godot). Además, contará con tres secciones que incluirán temas sociopolíticos: A la manera de Voltaire (periodismo crítico), La Isla está en otra parte (temática cubana) y La buena memoria (testimonio).

Quedan invitados a participar en la tertulia y en este blog.